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lunes, 12 de julio de 2010

Tarjeta roja

Pues sí. La selección española de fútbol ha ganado la copa del mundo. No está muy claro si el mérito es de Del Bosque, de Villa, de Casillas, de Puyol, de Iniesta, o del PP (el Pulpo Paul, naturalmente). La inmensa mayoría de los españoles estamos contentos, y ayer vivimos con ansiedad las patadas de los holandeses, la miopía del árbitro, y el paso del reloj.

Está muy bien este respiro para la autoestima nacional. Está muy bien ver a tanta gente cantando gritos de viva España. Está muy bien poder sentirnos los mejores. Aunque se trate de un acontecimiento deportivo, tiene razón en parte el ministro de industria cuando dice que la victoria es buena para la imagen de España en el mundo y para el comercio exterior. Todo está muy bien, y me sumo sin reservas a ese chapuzón de optimismo.

La selección española de fútbol ha hecho bien su trabajo, y es campeona del mundo. Ahora sólo falta que la selección nacional del Congreso y el Senado haga bien el suyo; que la selección nacional de la prensa empiece a informar más y a opinar menos; y sobre todo, que la la nación entera despierte del letargo, asuma el protagonismo de su futuro, deje de esperar que le caiga el maná del cielo, y se atreva a echar a patadas a los políticos que lo merezcan. Aunque sean de su cuerda. En este otro partido juega España contra el desastre, y en este caso el árbitro es el público. Menos amonestar, y más tarjeta roja.

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