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lunes, 4 de abril de 2011

Una alternativa diferente

Ayer domingo estuve en el mitin de UPyD en la plaza de toros de Vistalegre. Para mí era casi como perder la virginidad porque nunca había asistido a ningún mitin. No fui para aplaudir incondicionalmente a Rosa Díez porque a estas alturas no me siento incondicional de nadie. Tampoco fui para conocer las propuestas de UPyD porque ya las conozco. Ni para llenarme de optimismo ante un necesario cambio político y social, porque soy consciente de que ese cambio no va a resultar fácil. Fui porque quería tener mi propia versión de los hechos, y no la que me contaran los medios de comunicación.


Y encontré muchas diferencias interesantes.

Primero, me tuve que gastar 30 euros en el viaje porque nadie me pagó un autobús con los impuestos de todos. Después pagué un euro para entrar porque UPyD prefería asistentes interesados en la política, y no jubilados aburridos. Y me tuve que pagar la comida porque nadie me dio un bocadillo pagado con los impuestos de todos.

Pero hubo más diferencias: No se insultó ni se criminalizó a otros partidos. No se pidió el voto a los asistentes, sino que se les recomendó que lo prestaran a quién quisieran, y que si se lo prestaban a UPyD y el partido no cumplía, que los “mandaran a la porra”. No se abogó por la alternancia, sino por la alternativa. No se pidió confianza ciega sino un voto reflexivo y vigilancia constante a los políticos. En vez de alentar el resentimiento de las dos Españas clásicas, se sugirió la apuesta por una tercera España: la de los que no quieren participar en esa rancia batalla.

Se transmitió confianza en que lo “imposible” es posible si la gente quiere que lo sea. Igual que parecía imposible hace diez años que la gente se manifestara contra el terrorismo en el País Vasco. Y fue posible. Igual que parecía imposible hace cuatro años que se formara un partido nuevo como UPyD y que llegara a las instituciones. Y ha sido posible.

Se defendió el estado autonómico, pero un estado autonómico en el que cada parte no sea más importante que el todo, y en el que cada parte no compita por arrancarle un pedazo más grande que las demás al todo. Se defendió la reforma de la Ley Electoral para que los votos de todos los ciudadanos valgan lo mismo, habiten donde habiten.

Y a diferencia de lo que hacen todos los demás partidos no se dijo que el “voto útil” es votar a UPYD, sino votar individualmente, no como grupo, y que cada uno “vote a quien le dé la gana”.

Sí que es una alternativa diferente: los ciudadanos tenemos en nuestra mano –si queremos- hacer posible lo que los medios de comunicación dicen que es imposible. Y si no queremos, también tenemos derecho. A no querer, y a continuar cuatro años más quejándonos de la clase política. O toda la vida. ¡Es tan cómodo quejarse!

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