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viernes, 16 de marzo de 2012

Copago/repago/ultrapago

Tras la implantación en Cataluña de una tasa por receta médica, el debate sobre el llamado “copago” ha estallado por fin. Se discute si podría ser un modelo lineal, como el catalán, o bien de pago selectiivo, en función de la renta. Unos argumentan que debería aplicarse a todos los usuarios, y otros aducen que deberían quedar exentos los enfermos crónicos, o los pensionistas de menores ingresos, o los parados.

Está claro que las cuentas de este Estado de Bienestar de hojalata no salen. Se impone equilibrarlas, y eso sólo se puede hacer reduciendo el gasto o aumentando los ingresos. Pero dada la magnitud del desaguisado, tendrá que ser por las dos vías simultáneamente.

Con esto del copago/repago/ultrapago parece que los políticos van a volver a liarlo todo. Porque si se trata de reducir el gasto, lo razonable es introducir mecanismos disuasorios del consumo innecesario. Quién más, quién menos, tiene una pequeña farmacia en casa. Cientos de millones despilfarrados para mayor gloria de los laboratorios farmacéuticos.

En cambio, si se trata de aumentar los ingresos, lo razonable es dar la cara y subir los impuestos directos o indirectos, y no hacerlo a través de las recetas médicas. Gravar las recetas de manera selectiva sería un impuesto a la vez directo e indirecto. Directo porque pagarían más los que más ganan, e indirecto porque sólo lo pagarían los que consumen medicamentos.

Apenas reduciría el gasto porque los que más medicamentos consumen continuarían haciéndolo sin sobrecoste alguno. Y abriría otra puerta –una más- a la trampa y al chanchullo: “abuelo, pídele a tu médico la receta del ansiolítico de la niña”; “Manolo, tú que estás en paro, ve a pedir las recetas del antibiótico de tu hermano”.

Muchas cosas son las que tienen que cambiar en España si no queremos caer al agujero de la ruina. Una de las fundamentales es terminar con la noción del “gratis total”. Nada es gratis total –excepto pasear y tomar el sol-, y eso tenemos que aprenderlo todos: ricos y pobres; jóvenes y viejos.

De todas las necesidades humanas, la más urgente es la alimentación. ¿Por qué no se establecen precios distintos en los supermercados para los jubilados y los parados? No se entiende por qué queremos hacer con los antihistamínicos lo que a nadie se le ocurre hacer con las pechugas de pollo.

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