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martes, 8 de mayo de 2012

La importancia de las motos

En un lejano país había un labrador que mantenía a sus cuatro hijos con el fruto de unas tierras que trabajaba con ahínco. Deseando que tuvieran un futuro digno del siglo XXI los envió a estudiar a la ciudad. Como los gastos eran muchos, pensó en instalar invernaderos para aumentar la producción de sus tierras. Obtuvo un préstamo del banco del pueblo para adquirir los materiales, y al año siguiente la cosecha se multiplicó, con lo que pudo devolver parte del crédito y dedicar el resto al mantenimiento de sus hijos en la ciudad. A la vista de la buena situación, los hijos le explicaron que estudiarían mejor si pudieran disponer de en un piso amplio, en vez de en vivir en la estrecha habitación de una pensión junto a la universidad. El padre lo entendió, y solicitó y obtuvo un nuevo préstamo del banco. La cosecha volvió a ser cuantiosa, y pudo devolver la parte del préstamo de ese año. Entonces los hijos le dijeron que perdían mucho tiempo en desplazamientos desde el nuevo piso de la ciudad hasta la universidad. Le propusieron que comprara una moto para cada uno, y que tenía que ser de gran cilindrada, para no ser menos que sus compañeros. El padre volvió a hablar con el banco, y obtuvo un nuevo préstamo para comprar cuatro soberbias máquinas. Ese año la cosecha fue también buena, pero las tormentas primaverales habían dañado las instalaciones del invernadero. El hombre volvió al banco para pedir dinero para reparar su explotación, pero esta vez el banco no accedió a su demanda. Habló entonces con sus hijos, y les pidió que vendieran las motos para con ese dinero arreglar el invernadero. Los hijos le dijeron que eso era imposible porque todos sus compañeros se burlarían de ellos. Para no enfrentarse con ellos, el hombre aplazó las reparaciones. La cosecha fue menor ese año, y el invernadero se deterioró aún más. No pudiendo devolver lo pactado al banco, les dijo a sus hijos que no podría enviarles sino la mitad del dinero de otros años. Los hijos se enfurecieron: le dijeron que estaban en mitad de sus carreras, que él les había enviado a estudiar, que tenían derecho a hacerlo, y que no podían ir en autobús a la universidad. Tampoco aceptaron alquilar dos de las habitaciones de la casa a otros estudiantes porque estarían todos demasiado apretados. El padre se resigno. El dañado invernadero produjo ese año una cosecha ínfima. No pudo devolver los préstamos. El banco embargó las tierras, el piso de la ciudad, y las motos. Los hijos tuvieron que abandonar los estudios, y sin un lugar donde vivir se alistaron en el ejército del país vecino. No volvieron a dirigir la palabra a su padre, culpándole de haber administrado mal las tierras y de haberles dejado sin dinero y sin futuro.

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