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jueves, 10 de septiembre de 2015

Delicados capullos

Estos días se está porduciendo la incorporación de los escolares a sus aulas (en cada Comunidad Autónoma a su bola, que en algo se tienen que difernciar unas de otras). Igualmente, cientos de miles de menores de tres años comienzan también a pasar buena parte del día en guarderías infantiles.

En el progresivo proceso hacia el reblandecimiento absoluto de las nuevas generaciones, las medidas que se implantan para evitar que los niños padezcan la menor contrariedad se van perfeccionando. Ya hace años se eliminaron las calificaciones de 1 a 10 de los pequeños, por si alguno se traumatizaba. En algunas CC.AA. los profesores no pueden calificar con un cero a los alumnos de secundaria, o si lo hacen tienen que redactar un prolijo informe.

Fuera de las escuelas la cosa no es diferente. Ha habido que poner suelos de causcho en las zonas de juegos d elos parques, no fuera que algún quirubín se hiciera una raspadura en una rodilla y se pusiera a llorar durante cinco minutos. En los coches de las familias, los niños sólo pueden viajar incrustados en unos artilugios con más medidas de seguridad que los pilotos de combate.

El paso más reciete de esta escalada sin fin es el relacionado con la entrada de los más pequeños en las guarderías. Ya no sólo es que los primeros días sólo vayan un par de horas. En muchas, los directores-gallina o las autoridades-gallina obligan a llevar una foto del padre y otra de la madre, para colgarlas en la pared, de forma que el niño pueda verlas, y esto incluso en el caso de lactantes de pocos meses. En otras han implantado la norma de que durante la primera semana tiene que permanecer en el aula el padre o la madre durante todo el tiempo para que el niño los vea todo el rato.

Probablemente, en cursos venideros, se hará que los padres, los abuelos, y la tía Margarita estén en clase con los niños menores de 14 años durante tres meses. O que cada familia lleve a la guardería el sofá del salón de casa, para que el niño no se sienta en un lugar extraño.

No creo que el modelo de Esparta sea el más adecuado para moldear el espíritu de los niños para que llegen a convertirse en adultos física y mentalmente sanos. Pero me parece un despropósito el grado de proteccionismo que envuelve a los pequños en las sociedades occidentales.

Todas las medidas de las familias, de los profesores, y de la sociedad apuntan a la construcción de una sociedad formada por adultos infantiles. Una sociedad formada por personas que habrán crecido en una burbuja artifiial, en un confortable útero social, cada vez más incapacitadas para sobreponerse a cualquier frustración. En un mundo globalizado y altamente competitivo, esas generaciones tendrán pocas probabilidades de enfrentarse a la presión de gentes otras culturas más consistentes, más arriesgadas, y más esforzadas.

Estamos criando a nuestros hijos como delicados capullos de flor. Y el resultado será que tendremos unos adultos extremadamente delicados. Y peligrosamente capullos.

3 comentarios:

  1. Amigo mío. Tu análisis no puede resultar más fino y acertado. Se te ha olvidado decir que si a un profeso se le ocurre castigar a uno de esos merengues los padres tienen patente de corso para pegarle un par de hostias al horrible profesor que tuvo la culpa por no sabe "motivar" al alumno. Cuando la corrección política llega también a las aulas la destrucción de toda una sociedad está asegurada. Así cayó Roma

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  2. Acertadisima disección de nuestra realidad.
    El penúltimo párrafo es demoledor, por muy claro y acertado en el diagnóstico.

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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