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miércoles, 16 de septiembre de 2015

La "dignidad" animal

No soy aficionado taurino. Nunca he asistido a una corrida, aunque sí he presenciado encierros de vaquillas y toros de fuego en las fiestas de algún pueblo. No maltrataría caprichosamente a ningún animal, y si me pidieran mi opinión sobre el Toro de la Vega, votaría en contra de ese espectáculo tradicional.

Pero puedo pensar así sin necesidad de caer en el exceso de atribuir a los animales conceptos exclusivamente humanos como dignidad, derechos o alma. Puedo coexistir con el mundo animal sin ponerme a su nivel, y sin poner a los animales al mío.

Porque si lo hiciera no podría contentarme con pedir la prohibición de las corridas de toros o de la presencia de animales en los circos. Si hablamos de crueldad y de respeto a los animales ¿por qué nos parece bien montar a caballo? ¿qué opinarán los perros respecto a que les lleven atados por el cuello? ¿No es cruel castrar a los gatos? ¿disfrutarán los peces cuando se les clava el anzuelo de un pescados? ¿Habría que prohibir enjaurlar a los pájaros o tener peces de colores en peceras? ¿es una vida digna la de las gallinas ponedoras, la de los pollos cuya corta vida transcurre en un estercho reducto?

La dignidad y los derechos son inventos humanos que sólo los seres humanos pueden entender. Cuando alguien maltrata innecesariamente a un anmal está mostrando su propia vileza, pero no afecta a la inexistente dignidad del animal. De hecho, a un pollo le da exactamente igual si le matan para comérselo o por pura diversión. En cambio, los humanos  tienen la capacidad de enfrentarse a gritos e insultos en Tordesillas, defendiendo unas ideas. Algo que ningún animal hará nunca.

Entiendo que muchas personas encuentren desagradable los espectáculos con animales, pero nadie les obliga a asistir a ellos. Y detrás de la encendida defensa que algunos hacen del respeto a los animales me parece que se oculta una absoluta falta de respeto hacia las preferencias de otros seres humanos, o un talibanismo liberticida.

Vivimos en un ecosistema biológico en el que decenas de miles de especies compiten entre sí, y unas se comen a otras. No tengo instintos sanguinarios contra los animales, pero prefiero comerme un pollo a que un pollo se me coma a mí.


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