El hombre es el único animal que miente a sus semejantes. Muchas especies animales se comunican entre sí de una manera elemental, pero no se sabe de ninguna que engañe deliberadamente a los de su misma especie.
Todos los códigos éticos y morales, y todas las religiones condenan la mentira. Sin embargo, una de las primeras cosas que aprende un niño es a mentir, y una de las primeras cosas que tiene que aprender un adulto es a discernir cuándo le mienten y cuándo le dicen la verdad.
Pero, aunque se trata de una característica humana, también puede ser una característica social. En la cultura anglosajona hay gente que miente, pero allí la mentira está socialmente muy mal vista. Se sanciona la mentira y el engaño, y un estudiante puede ser expulsado de una universidad por copiar en un examen. Hasta un presidente de EE.UU. tuvo que renunciar al cargo antes de que lo expulsaran al comprobarse que había mentido.
En España sucede todo lo contrario. Los padres les dicen a sus hijos que mentir está mal, pero los niños comprueban que ellos mienten a todo bicho viviente: “Si te pregunta tu madre, le dices que esto ya estaba roto”; “dile al profesor que no has hecho los deberes porque te pusiste malo”.
Al contrario que en Gran Bretaña, aquí la mentira está considerada como algo natual en el comportamiento. Se le ponen adjetivos para justificarla: “mentira piadosa”, “mentirijilla”, “mentira necesaria”. Y lo que es más grave: la habilidad en el engaño es una cualidad admirada, que despierta simpatía –siempre y cuando la víctima del engaño no sea uno mismo-.
La gente presume ante sus amigos de sus engaños al fisco, a su empresa, a su compañía de seguros, a su mujer, a sus padres, a sus clientes. Vivimos en un festival de mentiras, en el que nadie está nunca seguro de nadie. Es tan popular que hasta dispone de un género literario propio: la picaresca.
Mentimos tanto que damos por supuesto que todo el mundo nos miente. Para nosotros la mentira no es una anomalía, sino la regla general. Eso nos hace ser tan desconfiados. En una sociedad de pillos es esencial no dejarse engañar. A diferencia del mundo anglosajón, en España el que engaña es considerado “listo”, mientras el que se deja engañar es un “tonto” objeto de la burla general. Lástima que para que haya listos sea necesario que no falten tontos.
La definición de mentira dice que es un error.
ResponderEliminarDefinimos el problema del error y de la apariencia y como abogado permanente a nuestro ojo y allí a nuestro lenguaje.
Realmente analizando esas “verdades” o “errores” descubrimos que la multitud de referencias que podemos encontrar, amen de las diferentes visiones encontradas, hacen muy difícil definir la verdad.
Verdades a medias, hipocresía, a veces el error esta en engañarse sin tratar de engañar, y por consiguiente sin mentir. Otras veces en nuestro intento de engañar descubrimos una gran verdad (para nosotros, claro)
El hecho es que la mentira esta instaurada en nuestra sociedad a tal punto que difícilmente tenemos éxito social haciendo alarde de nuestra sinceridad.
Probablemente lo que pensamos no es verdad, ¿pero estamos mintiendo?
A mí me parece que la mentira, en el sentido del comentario, se refiere al falseamiento voluntario y deliberado de una verdad conocida por el que miente.
ResponderEliminarOtra cosa sería el autoengaño, y como consecuencia de él, el engaño a los demás. Pero es esa mentira deliberada, con propósito malintencionado de engañar la que se emplea en la sociedad sin el menor pudor.
Yo estoy algo preocupada...
ResponderEliminarUna de mis mejores amigas, comenzó a mentir al separarse, hace unos tres años.
Primero en el trabajo, luego a sus amigos, también a su madre, y hasta a sus hijos... una mentira que en principio, segun me cuenta fue "necesaria" , la llevó a otra... no voy a contar aquí lo que en confianza me dice, pero en serio que me preocupa.
Ahora vive una gran mentira, no se como puedo ayudarla, ella me dice que yo soy la única que sabe comprenderla, y cada día me cuenta una nueva.
Comenzar a mentir tiene mucho peligro. Ahora ya no puede parar.