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domingo, 8 de febrero de 2009

El arte de desproteger

Muchos padres consideran que la principal obligación respecto a sus hijos es la de protegerles de la infinidad de peligros que presenta la vida.
Y tienen razón: el recién nacido humano es la criatura más vulnerable de todos los mamíferos. Requiere mucho cuidado y atención por parte de sus padres, y sería absolutamente incapaz de sobrevivir por sus propios medios. Por lo tanto la labor de protección resulta imprescindible para ellos.
Pero dado que se necesitan muchos años hasta que ese recién nacido se convierta en un joven adulto capaz de sobrevivir por sí mismo, son muchos los padres que, sin apenas darse cuenta, se convierten en auténticos profesionales de la protección. Los hijos crecen tan lentamente que los padres apenas son conscientes de esa evolución, y no siempre son capaces de adaptar su nivel de protección a lo que realmente necesita su hijo en cada edad. En muchos casos tienden a perpetuar su protección, y son los propios hijos los que, ya mayores,tienen que afirmar su independencia y desprenderse de una protección, ahora innecesaria.
Como consecuencia, muchos padres extienden su protección durante un periodo mucho más largo de lo habitual. De esta manera se producen dos círculos viciosos:
1. Los padres perpetúan su protección “profesional” y se acostumbran tanto a esa tarea que ni se les ocurre que podrían dejar de ejercerla. Al mismo tiempo los hijos se acostumbran a ese papel de los padres, y se acomodan a una posición de “protegidos”, bien aceptándolo de buen grado, bien habituándose a un juego de aparente rebeldía.
2. Los padres se ven obligados a protegerles porque los hijos no saben cuidar adecuadamente de sí mismos. Pero los hijos no aprenden a cuidar bien de sí mismos porque siempre están ahí los padres para protegerles.
Proteger a los hijos es un oficio. Saber desprotegerlos a tiempo es un arte.

2 comentarios:

  1. Es cierto, hay hijos que se acomodan y deciden ser unos protegidos perpetuos, pero también los hay que se ponen de los nervios por estar sometidos continuamente al chantaje emocional al que someten algunos padres.
    Los hay que ejercen un chantaje sutíl que puede hacer mucho daño, y otros deciden algún otro más directo.
    ¡ Me vas a matar a disgustossssss ! ¿ os suena?.
    Puede pasar que decidan matarlo/a de una vez con el disgusto que dicen le han dado, porque piensan que no hay otro camino posible, o puede pasar lo contrario: que por debilidad, por bondad, por cobardía, por lo que sea, no pasan a la acción, se callan esta vez, o para siempre, con tal de no oir la cantinela, no montar el numerito, o no sentirse culpables.
    Supongo que tienes razón y que puede definirse como arte, el saber encontrar el momento adecuado en el que a los hijos por su bien, hay que soltarles las riendas.

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  2. Es q hay q irlas soltando poco a poco, desde q son muy pequeños. Si no les dejamos solos, no aprenderán a caminar, aunq estemos a su lado para levantarlos cuando se caigan. Si no permitimos alguna pequeña pelea en el parque, no aprenderán a resolver por sí mismos si es mejor dejar al otro niño su juguete y lo q puede costar mantener una postura concreta o cambiarla. Si les enseñamos con el ejemplo q las cosas cuestan, pero q aún así la mayoría pueden conseguirse y la enorme satisfaccion personal q ese logro significa, marcaremos la diferencia entre la protección enfermiza y el estar ahí para ayudar, q es la obligación principal de los padres. Se les enseña a volar desde q nacen y tenemos q asumir q volarán y eso debería hacernos muy felices.

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