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martes, 17 de febrero de 2009

Los Cristos del Gran Poder

Junto a los tres poderes clásicos de las democracias modernas –ejecutivo, legislativo y judicial- se considera que la prensa constituye de manera extraoficial el cuarto poder.
La existencia de tres poderes en el estado permite que unos hagan de contrapeso de los otros, evitando así una excesiva concentración de poder en las mismas manos. Desde ese punto de vista, la prensa es otro poder, ya que sirve para vigilar a los otros tres poderes, sacando a la luz conductas oscuras y denunciando excesos. De hecho, la existencia de una prensa libre y plural es imprescindible para que pueda manenerse un sistema democrático.
Sin embargo, mientras los tres poderes oficiales tienen estrictamente reguladas sus funciones, y están establecidos rigurosos mecanismos de control y de dependencia mutua, la prensa carece de esas regulaciones. Dicho de otra forma: la prensa va por libre. Existen, eso sí, códigos éticos profesionales, y en última instancia los periodistas tienen que responder ante los jueces en caso de injurias o difamación.
Pero la prensa también puede convertirse en un poder ilegítimo, cuando actúa en los márgenes de la legalidad, y se aleja de la objetividad dando prioridad a los intereses ideológicos o empresariales. Para millones de ciudadanos lo que aparece en los periódicos o en los medios audiovisuales es “la realidad”.
Los medios de comunicación de prestigio internacional hacen una nítida distinción entre lo que es información y lo que es opinión. Eso permite a la gente estar al tanto de lo que sucede, y además conocer lo que piensan determinados especialistas sobre ello. En cambio, en España se ha venido produciendo una evolución poco saludable, y hoy resulta muy difícil distinguir lo que es pura información de lo que es opinión, lo que hace que los lectores sean muy vulnerables a la manipulación.
Otros recursos para la manipulación son la redacción de titulares engañosos –que después no se confirman con la información publicada-; la distinta relevancia concedida a cada acontecimiento por un medio en concreto; la selección de determinados “expertos”, que se sabe que son partidarios del enfoque que quiere transmitir el medio; o la simple omisión de determinadas noticias.
Un sistema democrático no es simplemente aquél en el que se vota cada cierto tiempo. Una democracia de calidad requiere muchas otras condiciones. Una de ellas es una prensa que no vaya más allá de su papel, y que no mezcle la información con la opinión. Otra condición son unos ciudadanos precavidos, que no se crean todo lo que lean o escuchen, y que filtren cada noticia teniendo en cuenta qué medio la da. No es malo que la prensa sea el cuarto poder, pero es poco higiénico para la democracia que los grandes magnates de la prensa se conviertan en los Cristos del Gran Poder.

1 comentario:

  1. Yo creo que lo tenemos complicado, porque no me parece tan difícil ser precavido con lo que uno lee o escucha en los medios, pero conseguir que la prensa no vaya más allá de su papel, me parece una tarea medio imposible, la verdad.
    Un medio suelta una noticia, sea cierta o falsa, y hasta que eso se aclara, si es que se aclara alguna vez, pasa mucho tiempo, y ya ha quedado señalado el protagonista de la misma para bien o para mal, y la impresión sobre esa persona se queda marcada a fuego en muchos cerebros, pase lo que pase.
    Alguien suelta una “bomba” informativa, y ya la tenemos liada. Difama, que algo queda.
    Es una pena, pero esa frase es bien cierta.

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