El filósofo José Antonio Marina repite a menudo: “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. En efecto, en las sociedades primitivas y en las pequeñas aldeas todos los miembros de la comunidad participan en la educación de los pequeños. Padres, hermanos mayores, tíos, abuelos, vecinos: todos aportan su granito de arena, todos empujan en la misma dirección.
Los niños adquieren así un conjunto de valores coherentes entre sí y funcionales para la vida social adulta en la cultura de la que forma parte. Aprenden muy pronto lo que está bien y lo que está mal; lo que puede hacerse a una edad y no a otra; lo que arriesga si transgrede las normas del grupo. No tendrá dudas al respecto. Si se convierte en un delincuente o en un antisocial será por decisión propia, y nunca por ignorancia o desorientación.
Esa tarea común de las tribus primitivas ha desaparecido en las modernas sociedades urbanas. Los vecinos no se atreven a meterse en la educación de los niños que no son suyos; los tíos viven en barrios lejanos; los abuelos están en una residencia; y los padres trabajan y están casi siempre fuera de casa.
Pero eso no significa que los niños actuales no dispongan de un sustituto de aquella comunidad de educadores. La tribu moderna se llama televisión. En la pantalla el niño puede ver cientos de personajes, de conductas, de formas de hablar, y de modelos. El problema es que ya no se trata de mensajes coherentes, y ni siquiera están pensados para niños.
Muchos padres enchufan el niño al televisor para que desayune, y lo vuelven a enchufar cuando vuelve del colegio para que no dé la lata. Así va aprendiendo a gritar, interrumpir o insultar cuando habla con otros; a emplear el vocabulario más soez y carcelario; a engañar para conseguir el éxito económico. Aprende que para ser feliz hay que ser guapo y rico. Contempla toda clase de crímenes y de violencia. Tiene el mundo a su alcance con pulsar un botón.En vez de ir haciéndose un hombre correteando por la aldea bajo la vigilancia de toda la tribu, ahora podrá convertirse en un adulto neurótico y frustrado desde la soledad de su cuarto, con la ayuda de la televisión.
Los padres no permitirán a su hijo de 6 años que juegue con un mechero, pero le dejarán que incendie su mente con la televisión ¿Somos conscientes del terrible daño que la televisión puede hacer a nuestros hijos?
Pues no lo sé si son conscientes. Supongo que algo si.
ResponderEliminarSobre los padres con hijos adolescentes que conozco, la impresión ( a veces no es impresión, es certeza porque me lo cuentan) que tengo, es que no saben como salir del círculo en el que se han metido.
Ellos o ellas tienen un puesto de trabajo con más o menos responsabilidad pero que les ocupa gran parte de su tiempo ,o ven muy complicado prescindir de uno de los dos sueldos que entran en casa porque hay unos gastos que hay que atender.
Son conscientes de que hay un problema, porque en muchos casos tienen unos chic@s en casa que andan revolucionados con todos los cambios que experimentan en su cuerpo y en su cabeza, y los notan medio desbocados, pero no saben encontrar la fórmula para dedicarles mas tiempo o atarles corto, y plantar cara, y aunque algunos lo intentan, supone mucho esfuerzo ( que algunos soy consciente que lo hacen) y sufrimiento porque a pesar de que comprenden que hay cosas que no deben ser así, no quieren que sean diferentes a los otros chicos del grupo. Hay broncas por la paga semanal, porque quieren mejor rendimiento escolar, y por los horarios, ya que a pesar de que no quieren dejarlos llegar a casa a las tantas, tampoco quieren que sus hijos sean considerados los raritos de la pandilla, ni quieren que se queden sin amigos, o que se conviertan en unos insociables. Tienen miedo, y a veces estar desbordados por la situación.
Si son niños son pequeños, tres cuartos de los mismo, están seguros de que deberían sacar mas tiempo para ellos porque es importante para su educación y desarrollo, pero no tienen ni ídea de cómo hacerlo, porque creen que tener cubiertas las necesidades materiales de los hijos, es muy importante. Algunos de los que conozco, no tienen nada de frívolos, y cuando me refiero a cubrir sus necesidades materiales, no es tanto poder ofrecerles todo lo que pidan por su boca, sino ahorrar para el futuro de sus hijos, para darles una buena educación, para pagar el día de mañana la Universidad, para poderles dejar una vivienda, para que tengan mejores condiciones de vida que ellos, para que no tengan que pasar por lo mismo, etc.
Muchas veces, ellos dicen no sentirse culpables del todo. Es la vida que nos ha tocado vivir, explican. Es el sistema, el modo de vida actual, en el que hace falta dinero para muchas cosas. Y en cierto modo, entiendo que tiene que ser muy complicado guardar el equilibrio.
"No quieren que sus hijos sean diferentes a los demás"...
ResponderEliminar¡Qué justificación más triste! ¿Y si los demás son unos vagos o unos delincuentes? ¿dejarán que sus hijos lo sean también con tal de que no parezcan "raros"?
"Es la vida que les ha tocado vivir"...
Sí... eso también es una pobre excusa. Renuncian a ser los pilotos de su vida, y admiten que van a la deriva, como un barco sin timón a merced de los vientos.