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sábado, 14 de febrero de 2009

Nunca es pronto

"Un niño británico de 13 años ha sido padre junto a su novia de 15."

Cuando nace un niño los padres desean lo mejor para él. Esperan que crezca sano, que sea guapo, inteligente, sociable, trabajador, responsable, educado, simpático y feliz. Aspiran también a que tenga éxito en la vida, entendiendo el éxito como prosperidad, bienestar económico y prestigio social.
Sin embargo, basta echar un vistazo a nuestro alrededor para constatar que de todas las personas que conocemos son poquísimas las que han logrado todas esas metas. Si los padres pudieran evitar que la venda del cariño -o de la vanidad- les arrebatara la objetividad, se darían cuenta enseguida que no es razonable esperar tanto, y que depositar sus expectativas en objetivos tan elevados sólo puede llevarles a una larga cadena de frustraciones.
Poco a poco van teniendo que enfrentarse a una realidad mucho más modesta. Al cabo de pocos años resulta que el niño es más bien enclenque; que no se relaciona bien con los demás niños; que le cuesta un mundo aprender a multiplicar; que se encapricha de todo lo que ve; o que hay que ponerle gafas.
Al llegar a la preadolescencia los padres rebajan algo sus ambiciones, y empiezan a conformarse con que termine sus estudios, con que no sea un pendenciero, con que no beba o se drogue, o con que sepa administrar su propina.
A pesar de todo, y una vez que el hijo alcanza los quince o pocos más años, son muchos los padres que descubren con horror que no se ha cumplido prácticamente ninguna de sus ilusiones iniciales. Aquél bebé sonrosado y tierno, que iba para ingeniero aeronáutico, se ha convertido en un zángano larguirucho, que pasa horas encerrado en una pocilga a la que todos llaman dormitorio, aferrado a un teléfono móvil que devora euros a todo trapo, que exige ropa, dinero y libertad sin límites, que tripite el mismo curso escolar, y que les amenaza con denunciarles si se ponen muy pesados.
A veces esos padres acuden a un especialista para que les indique lo que tienen que hacer para que su hijo vuelva al redil del camino soñado. Y el especialista tiene que decirles que no se puede, que es demasiado tarde, que ese camino había que haberlo seguido desde que nació, que la educación es un proceso lineal que no tiene marcha atrás, y que en lo único que ahora pueden incidir los padres es en evitar que la desviación llegue a ser mucho mayor.
Se trata de una noticia difícil de aceptar para los padres, porque supondría reconocer que han venido haciendo muchas cosas mal durante muchos años. Ellos prefieren pensar eso de que "nunca es tarde para cambiar". Pero la realidad es que nunca es pronto para empezar a educar a un hijo.

1 comentario:

  1. Eso es lo q me canso de decir: la educación de un hijo empieza desde el miso momento en q nace. Poco a poco, con cariño, firmeza y autoridad; haciéndole saber y sentir q siempre estamos cerca para ayudarle en todo, pero q no consentiremos q haga lo nos parece q está mal.
    Y claro q esperamos de ellos lo máximo y lo mejor, para eso mismo los educamos y tratamos de encauzar sus actitudes, sus posibilidades; cuando potenciamos lo bueno y procuramos q dominen lo malo estamos esperando q hagan de su vida algo con éxito y felicidad. Caro, q cada cual entiende por éxito cosas distintas.

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