............

............

jueves, 5 de marzo de 2009

El nacionalismo como religión

Tras las elecciones vascas se abre la posibilidad de formar un gobierno sin los nacionalistas. El PNV se ha apresurado a avisar –o a amenazar- de que un gobierno así sería anti-natura, y el candidato del PSOE ha replicado que el PNV “no es el régimen ni la religión de Euskadi”.
Sin embargo, el PNV –como todos los nacionalismos- sí que es una religión, o al menos posee los principales componentes de una religión. En el caso del PNV su Dios es Euskalerría –un ente ficticio que ni existe ni ha existido nunca-. Su profeta es Sabino Arana –un iluminado intolerante que se inventó un pueblo “elegido”-. Su clero es la burocracia del partido, cuya principal misión es catequizar a los vascos desde las consejerías y la televisión autonómica.
La religión nacionalista dispone también de sus demonios –en este caso España- contra los que hay que estar siempre prevenidos. Pone el acento en el pasado –en míticas leyendas ancestrales-, exalta el primitivismo de la raza, figuras como el gudari –algo así como un samurai, pero sin el sentido del honor que lleva a estos a hacerse el hara-kiri-. No tienen votantes, sino adeptos. Viven tan desfasados del mundo moderno que hasta la palabra “patriota”, tan devaluada hoy en día en el mundo, mantiene para ellos el mismo valor sagrado que tuvo durante el franquismo: todo lo abertzale es sublime.
El nacionalismo es una religión. Y tendríamos que acostumbrarnos a reconocerlo así. Sólo de esta forma podremos entender que funciona en base a principios emocionales y atávicos; que se sitúa en una dimensión alejada de la realidad y de la racionalidad; y que es una cuestión de fe. Y como todo el mundo sabe, la fe supone un infranqueable muro para el debate sosegado y el diálogo sereno.Si el PNV se ve obligado a abandonar el poder en el País Vasco, tendremos que hacernos a la idea de que puede refugiarse en las catacumbas. Va a ser necesario que los constitucionalistas hagan gala de gran altura de miras y de un fuerte sentido de Estado para afrontar la próxima etapa. Si así lo hacen, esta puede ser la oportunidad de que el País Vasco entre por fin a formar parte de la normalidad democrática, tras treinta años de anómla excepcionalidad en Europa.

1 comentario:

Puedes usar este ventanuco para escribir tu comentario